Ayer, sin ir mas lejos, tuve la suerte de ocupar un espacio durante 7 horas con personas que luchan contra el cáncer.
No soy de hablar mucho en esos sitios y si de escuchar, si me deja el libro que intento leer o la somnolencia que me produce la medicación previa al "veneno" que da la vida a pesar de las molestias en el organismo.
En esa sala, plena de humanidad (de la buena), con profesionales vocacionales, pacientes luchando por la vida y familiares acompañando en el difícil trance, escuche el desanimo de una mujer joven (35 años), madre e inmigrante, ante la dificultad para encontrar su vena y el ruego a la enfermera para abandonar el tratamiento que lleva 5 años porque se siente muy desanimada. "Solo mi marido me anima a seguir por mis hijos y porque soy joven todavía, manifiesta con amargura.
El otro compañero de sala; un hombre murciano y socarrón al hablar, le dice que "el ha sido un fumador empedernido toda la vida. Tengo los pulmones limpios, pero el capullo del cáncer, se ha aferrado a la garganta. La madre que lo pario", suelta ante la sonrisa de los presentes.
Dos pequeños detalles de una sala llena de vida y grandes historias. De experiencias, dando la cara valientemente ante la enfermedad. Sonriendo para animar a los compañeros y animarse mutuamente. Por muy doloroso que resulte, esta experiencia compartida, sin distinción de clases o colores, hace que todo sea mas fácil y los efectos de los fuertes fármacos, mucho mas llevaderos.
Mas allá de esas sensaciones humanas, siempre me pregunto ¿Valoramos en su justa medida lo que supone la Atención Sanitaria Publica y Universal en la que todos tenemos los mismos derechos cuando se trata de la salud?
¿Habra experiencias mas hermosas que compartir la lucha por la vida y de superación de la enfermedad con seres sencillos y maravillosos que sacan lo mejor del ser humano para unirlo a los compañeros de fatigas, arrancar sonrisas (que curan mucho mas que la quimioterapia) y hacer llevaderos los efectos? Humildemente, creo que no. Gracias a ellos (compañeros de fatigas y profesionales), quizás hoy, me encuentre con el animo subido. También a otras razones, por las que merece la pena luchar.